Unas de los más resonantes casos sobre abducciones de OVNIs a seres humanos se produjo hace 62 años en la localidad de San Francisco de Sales, estado de Mina Gerais, Brasil. Una historia que es una de las mayores incógnitas, y que seguramente no tendrá un cierre como hubiera merecido.
Es que el relato de una abducción de un ser humano por seres extraterrestres, analizado infinidad de veces, siempre resulta interesante y el caso de Antonio Vilas Boas, un agricultor que vivió aquella noche de 1957 un hecho de características únicas, al entremezclar los efectos posteriores que dañaron su salud y su psiquis, que marcó su vida para siempre. Porque al momento de fallecer, aquel hombre sencillo, que después de ese hecho ya no seria el mismo, murió convencido de haber mantenido relaciones sexuales con una alienigena. Un experimento incitado por los visitantes era que cumplió el papel de semental, para que la extraña mujer pudiera tener hijo suyo, y que estaría viviendo en algún sitio desconocido del universo.
En la noche del 16 de octubre, como lo venía haciendo, trabajaba con su tractor cuando fue la abducción. Vilas Boas araba los campos y al elevar la vista hacia el cielo volvió a ver una luz fuera de lo normal, que no se parecía a un avión ni tampoco un helicóptero.
En aquella noche oscura de primavera, calurosa y estrellada, Antonio vio lo que él mismo calificó como una «estrella roja», que se acercaba lento hasta el campo, pero en apenas unos segundos, esa luz roja se convirtió en una increíble máquina voladora desconocida para el campesino, dado que se trataba de una nave aparentemente oval, con una intensa luz roja y que parecía girar sobre su eje a enorme velocidad, mientras colores verdes se veían moverse más lento. Obviamente Vilas Boas pensó que debía ser extraterrestre, con una forma peculiar y diferente a todo lo que conocía. El joven brasileño, asustado pero decidido, quiso poner en marcha el tractor, pero el arranque no respondió, por lo que pensó en huir corriendo, ante el miedo de ser capturado, aunque su intento duró pocos metros, al ser alcanzado por tres seres de mediana estatura, de no más de 1,60 mts. vestidos con un mono plateado y un casco bastante para lo que parecía la contextura física, y del que apenas se podían ver dos nojos alargados y aparentemente azules.
Si dilaciones y sin que se comunicaran con el habla, ya que parecían entenderse a través de un ladrido o aullido muy extraño, lo tomaron y a pesar de su resistencia, fue capturado y llevado a la extraña nave, al que lo subieron por una especie de escalerilla, en medio de un haz de luz blanquecino, muy potente.
Más tarde, fue llevado a una sala semicircular y pudo observar varias puertas con extraños símbolos de color rojo. Los extraterrestres lo ingresaron en una de las salas y le tomaron una prueba de sangre de su barbilla; luego lo llevaron a una tercera habitación y lo dejaron solo por media hora y comenzaron a bombardear gases dentro de la sala, lo que hizo que Vilas Boas se sintiera enfermo y débil, en lo que debió ser un acto de desinfección. Antes había notado que cuando las puertas se cerraban, parecían desaparecer y todo quedaba iluminado por una potente.
El momento del acto sexual alienígena:
Antonio afirmó que en aquella sala donde se comenzó a sentir mal, ingresó una extraña mujer, aunque atractiva y desnuda. La describió con una altura similar a la de los demás, con un mentón chico, puntiagudo y con pómulos muy anchos u unos colmillos filosos. Era enormemente bella pero diferente a cualquiera otra mujer que conociera, y lo sorprendió sus ojos azules, alargados, y toda su piel muy suave. El cabello era largo, fino y blanco (como un rubio platinado), mientras que su pelo axilar y púbico eran color rojo brillante, algo que lo sorprendió mucho. El granjero afirmó que se sintió fuertemente atraído por esa supuesta «mujer« de otro mundo, y no pasó nada para que ambos tuvieran relaciones sexuales, intensas, aunque en ningún momento ella lo besó, pero sí le dio algunos mordiscos en la pera, y pocas veces pareció hablar en su extraño idioma.
Misión Preparada: nueve días antes comenzó a sentir que una luz inteligente lo seguía
Todo parece indicar que los seres de esa nave extraterrestre desconocida ya había decidido utilizar los servicios del joven granjero de apenas 23 años. Por entonces, Vilas Boas trabajaba como granjero de un campo familiar, junto con varios hermanos y hermanas de una familia numerosa que completaban sus padres. En su caso lo hacía de noche, para así evitar las altas temperaturas del día y realizar mucho mejor su labor con un tractor que iluminaba el campo, bajo la luz de la Luna. Pero su tranquilidad comenzó a perderse justo nueve días antes de la abducción. Aquella noche, ya pasada la medianoche, desde su habitación y cuando se disponía a dormir, en la habitación junto con uno de sus hermanos, pudo divisar una potente luz blanca que parecía el faro muy potente de un auto, pero enfocando desde el cielo hacia su pieza y con movimientos inteligentes.
En tanto, el 14 de octubre de 1957, mientras trabajaba en su tractor con su hermano, volvió a ver una extraña luz anaranjada y como suspendida en el cielo, a unos 100 metros de donde estaban. Otra vez su hermano no lo quiso acompañar, pero Antonio sí lo hizo y corrió hacia la luz, que al acercarse se movió increíblemente rápido de norte a sur. Y repitió el movimiento cada vez que el joven intentó acercarse a esa potente luz.
Las secuelas: lesiones y radiación
Después de haber vivido una experiencia tensionante para cualquiera, al regresar a su casa Antonio VIlas Boas se la comentó, primero, a su madre y, luego, tímidamente, a su familia. Días después decidió contar su historia al periodista Joao Martins, y posteriormente, a otros investigadores (entre ellos nuestro Fabio Zerpa), a quienes les fue contando cuanto le había sucedido, al mismo tiempo que iba padeciendo diferentes síntomas y lesiones que le generó el encuentro cercano del cuarto tipo.
Martins le presentó al doctor Olavo Fontes, dado que comenzó a sufrir náuseas y sentir una gran debilidad en el cuerpo, además de dolor de cabeza, mientras que le aparecieron varias lesiones en la piel que aparecían con cualquier cantidad de hematomas. Fontes, quien lo examinó exhaustivamente, constató que había sido expuesto a una dosis de radiación de una fuente muy alta, lo que le estaba produciendo una leve enfermedad.
El médico detalló que el granjero tenía dolores por todo el cuerpo, padecía náuseas, dolores de cabeza, pérdida de apetito, sensación de ardor en los ojos, lesiones cutáneas leves y moretones, que se repitieron durante meses, con aspectos de nódulos rojizos y con un pequeño orificio central que le producían una descarga de un líquido fino y amarillento. Fue sometido a todo tipo de estudios, incluso métodos muy avanzados de hipnosis, pero no se pudo constatar que existieran contradicciones. Su convencimiento de que tuvo un hijo con una extraterrestre se lo llevó a la tumba.
Fuente cronica